[ Abierto ] Badaboom!

Y ahí estaba, de pie frente a la enorme torre con unos bellos 4 grados de inclinación. Una amplia sonrisa en sus bufónicas facciones y la zurda en la cintura, no hacían que llamase mucho la atención, o al menos de eso estaba él seguro. Por supuesto, omitir el kimono rojo que llevaba puesto y abajo su ropa negra de cuero y sus grandes botas de minero, el cabello teñido de azul en las puntas y blanco el resto sumado a su apariencia asiática, ayudaba a mantener la ilusión de discreción. En su mano, una esfera, simple, sencilla, del tamaño un poco más grande que una pelota de baseball, en ella, una pequeña pantalla, cual reloj digital que marcaba 3:00 minutos. Una bomba, por supuesto, handmade como le gustaba llamarla. Miró a su alrededor, unas cuantas personas por ahí, otras más dentro de la edificación mientras exploraban y él... dando pasos tranquilos hacia la base donde surgía la inclinación que, según los ingenieros y tras un arduo trabajo, no continuaría al menos en 200 años más...

- Pero nadie contaba conmigo - se dijo a si mimos, soltando una estruendosa carcajada, haciendo el cuerpo hacia atrás, provocando murmullos y miradas de desaprobación. Una niña que se había separado de su mamá lo observaba. "Sei pazzo" la escuchó decir, a lo cual él entendió absolutamente nada.- ¿Qué? ¡No te gusta! - exclamó divertido, la niña lo miró con recelo y él simplemente se inclinó hacia ella y le entregó la esfera.- Te la regalo - anunció, apretando el centro de la misma y así... el conteo regresivo dio inicio. El tic tac del reloj interno había comenzado a cantar. Él dio una palmada sobre la cabeza de la menor y dramáticamente giró sobre sus talones para así, dando largas zancadas, se fue alejando del lugar canturreando una cancioncilla de comercial de pasta dental.

No estaría nada mal tener en parte un pequeño momento de diversión, aunque el aroma a sangre de los humanos aun alteraba sus sentidos, definitivamente no respiraría por el resto de la noche, al menos no lo necesitaba, sino, estaría perdida en un frenesí de sangre, y vaya que lo había sufrido tiempo atrás, cuando mató a su prometido de esa brutal manera; peor pasando a un tema diferente, quería estar paseando por los diferentes lugares de Italia, quería visitar aquella famosa torre de Pisa de la cual siempre había escuchado tiempo atrás cuando vivía con su padre, en esos momentos, cualquier tipo de viaje a otro país y/o continente, era un sueño que no podía imaginar. Entre sus lentos pasos con sus altos tacones y su vestido de color blanco con detalles de color negro y plateado, se encontraba en la zona y en la entrada de aquella misma torre, el último recorrido que tenían, puesto ya se había ocultado el sol, justamente apenas y bueno, ella nunca quería desperdiciar nada de su tiempo, aunque tuviera una infinidad de este, relamió sus rojos labios y continuó siguiendo  a aquella mujer que era guía en el lugar, hablando italiano y claro, Sophie era una conocedora de idiomas, además de una mente brillante con una facilidad bastante grande para poder adaptarse a idiomas, aunque el acento lo conservaba siempre.

Entre todos aquellos momentos que pasaban, con los brazos cruzados, su mirada se posó entre las otras figuras de los humanos que se encontraban ahí, escaneándolos prácticamente con la mirada a uno por uno, no porque quisiera tener como víctima a uno, sino que era un pasatiempo, casi por así decirlo un fetiche que tenía de observar sus facciones, vestimenta, entre otras cosas que usaban, una leve sonrisa resaltó en sus labios cuando entre todas las personas una sobresaltó enseguida por su ropa y no solo por eso, sino por esa carcajada estruendosa, que claramente dejó que una suave risa correspondiente de la chica saliera. No pasó por alto lo que llevaba en su mano y lo que había dejado en las manos de la pequeña, con su vista aguda observó que iba en una cuenta regresiva y parecía todo un juego cuando el chico comenzó a avanzar en cada zancada de esa manera y además canturreando esa canción que ya había escuchado y que detestaba.

Se acercó a la pequeña y habló con ella, sacando algo de su bolsillo, una paleta bastante grande. —Disculpa, pequeña, pero creo que eso es de un amigo mío. Toma—. Mencionó en italiano para quitarle aquello que claramente parecía una bomba y dejó la paleta en su mano; negó un tanto y comenzó a pasar de una mano a otra aquella bomba, como si realmente fuera una pelota de baseball. Volteó a ver dónde estaban las personas, y parecían entretenidas con las estructuras, perfecto, con aquella rapidez sobrehumana que poseía, con un simple parpadear de ojos, pasó estar impidiendo el paso del chico, sonriendo de esa forma leve que tenía y sosteniendo con su diestra ese objeto. —¿Acostumbras hacer que todo a tu alrededor vuele en pedazos? —. Dijo al chico con una voz suave.

Tras haberse alejado unos metros de la niña, la mente de Zico comenzó a trabajar con otros argumentos, siempre solía pasarle, puesto que iba haciendo las cosas conforme sentía que debía, cuando de pronto le pasaba por la mente que quizá no había sido una buena idea. Incluso, en su andar, había hecho una pausa en la que se cruzó de brazos y pensó "Tal vez darle una bomba a una niña no fue una idea brillante..." por unos instantes pensó en regresar, pero la bomba seguramente iba en el minuto 2 o menos. Se terminó por encoger de hombros y pensar "A quien le toca le toca" y volvió a sonreír, dispuesto a seguir su camino cuando una mujer que salió prácticamente de la nada apareció frente a él, le llamó especialmente la atención lo alta que era para una mujer y luego, su vista evidentemente sorprendida se ubicó sobre la bomba.

- Uh... sólo cuando tengo que probar mis creaciones, am... - se rascó la parte trasera de su cabeza.- Eso es... mío - comentó con una sonrisa finalmente.- y va a explotar en unos... 35 segundos, quizá quieras dejarlo en otro lado, claro que... es tan sólo un consejo por parte de un extraño.

Sostenía perfectamente aquella cosa que parecía sin duda una bomba a decir verdad, por lo que se quedó viendo fijamente aquello y después regresar su mirada al chico asiático, enarcando una e sus cejas por esperar a que dijera las palabras que le ‘salvarían’ de recibir un regaño, aunque no tuviera caso en realidad, por la forma en la que actuaba y la que vestía, se podría decir que tenía una mente interesante, al menos para todos los gustos extraños que tenía Sophie y que había adquirido con el paso de todos los años de su vida. Cuando las palabras comenzaron a salir de sus labiales, dejó salir una pequeña sonrisa. —Por supuesto que es tuyo, vi como se lo dabas a esa pequeña niña—. No fue en un tono de regaño, pero tampoco había sido uno que fuera suave, para nada, era como si quisiera que notara que lo que hacía no estaba para nada, nada bien. Observó el reloj que iba en cuenta regresiva, acercándose más y más a cero.

Suspiró, con lo poco de aire que había en sus pulmones y cerró los ojos unos cuantos segundos. —¿Qué alcance tiene la bomba? Creo poder lanzarla bastante lejos de donde estamos—. Mencionó enseguida, comenzando a caminar para salir de donde ambos estaba, esperando encontrarse justamente con la calle y a ver si el chico la estaba siguiendo, lo cual no era ningún tipo de problema, no estaba de más conocer a las personas que vivían en Italia. —Diez segundos. . . Espero funcione—.

Con sinceridad, Zico no mostraba ninguna clase de temor o de preocupación por la explosión que estaba por suceder. O era alguien seguro de lo que estaba sucediendo o estaba completamente loco. La segunda opción era la más probable de las dos. Sin más observó con atención y expresión algo despistada a la jovencita de anaranjados cabellos y él no podía evitar preguntarse si era de verdad... ¿Qué clase de infusión utilizaba para que brillase de esa manera? Le daban ganas de cortar un poco...

Así su mente estuvo divagando y escuchaba cero o nada de lo que la joven le decía, hasta que nuevamente la vio moverse con su pertenencia. Como si de pronto le importase que se la devolviera, la siguió, dando zancadas y uno que otro salto que lo hacían ver ligeramente extravagante y llamativo. Terminó por caminar frente a ella, en reversa, arreglándoselas para ridículamente no tropezar con nada ni con nadie, como si fuese su forma natural de andar.- ¿Eh? ¿Alcance? ¡No lo sé! ¡JAJAJAJA! Le puse algo de esto, un poco de aquello y pensé... ¡Ah! ¡Debe de hacer un buen "BOOM"! Y ya... En realidad no tengo idea de qué puede hacer... aunque... - estiró la zurda hacia ella.- ¿Me permites?