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MyungSoo|Vampiro|
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MyungSoo|Vampiro|
Kim MyungSoo
Información general
Descripción del personaje
Objetos personales: Un par de cascabeles dorados los cuales están sujetos a un lazo oscuro. Información general
Apodos: Ice Prince/Black cat (Debido a su fama de llevar la mala suerte a las personas).
Edad: 21 años.
Orientación Sexual: Ambigua.
Nacionalidad: Italiano/Veneciano.
Raza: Vampiro.
Edad: 21 años.
Orientación Sexual: Ambigua.
Nacionalidad: Italiano/Veneciano.
Raza: Vampiro.
Descripción del personaje
Personalidad: Dedicado como ningún otro, obsesivo del arte, los libros, la buena comida, la aventura y un apasionado por capturar cada pequeño ápice de belleza en el entorno que le rodea, a menudo tiende a dejarse llevar por sus pensamientos, una vieja costumbre muy arraigada en él, la cual difícilmente se escabulle de la atención ajena ganándose por ello un marcado referente de veleidad, falta de decoro y desmedida obstinación. Un mundo externo carente de vulnerabilidad, impenetrable.
Sin embargo, contrariamente a lo que se pueda pensar de la primera impresión, su personalidad es bastante cordial, quizá algo confusa debido a que su lado belicoso y risueño tiende a disfrazarse con su serena naturaleza cargada con sobrias dosis de finura, astucia, ironía y cierto ápice de sadismo que únicamente renace en especiales situaciones; a veces un beligerante niño siendo negligente, terco con sus decisiones y otras veces luciendo un lado cándido, receloso e inquietante.
Al ser fácilmente volátil, en un momento puede mostrarse indiferente y al otro una fugaz llamarada se enciende para desatar su desconcertante naturaleza; gallardo y siempre altivo, usualmente no es tentado con simplicidad por la irritación ya que prefiere mantener ese perfil sereno y reservado que le otorgan displicencia, en cambio sus momentos de vehemencia han de mostrarse con la pérdida de su control hasta el punto de desconocerse así mismo. Lo que más desprecia es la traición.
Libertad, siempre será guiado por su impulsividad, el deseo de su corazón es un fiel decreto por el que está dispuesto a perder el orgullo, y hasta morir por ello si es necesario. No importa qué, siempre consumará sus promesas ya que el credo que conlleva sus ideales, dicta que la muerte no es una excusa para la traición de un lazo inquebrantable.
Apariencia: De test alvina, su descendencia asiática gobierna gran parte de sus delicadas facciones que sublimes, a la vez se muestran felinas e imponentes llegando a denotar cierto aire exótico detrás de ese perpetuo estoicismo, su mirada tan profunda y hechizante así como misteriosa, atrapa la atención del público concurrente. De labios cuidadosamente delineados en tenue fineza, usualmente están sutilmente enrojecidos debido a su manía de relamerse humedeciéndolos, su rostro es pequeño, moldeado cuidadosamente en bellos rasgos que le otorgan detalles destacables como la primorosa forma de su nariz, bien perfilada y a término de L, en cuanto a sus cabellos, estos usualmente se verán bañados en un oscuro y prolijo tono atezado, siendo lisos en su totalidad; sin embargo, su estilo puede variar.
Atlético, su estatura le otorga distinción así como el largo de sus firmes y bien moldeadas piernas, sus brazos son estilizados pero adecuadamente esculpidos y el delineado borde de su espléndida esclavina refugia una pronunciada manzana de Adán en medio, de buen porte. Lo clásico y bronco pueden crear una exquisita combinación que solo se compara a la impetuosidad de su esencia.
Y es por ello que su máxima facción a destacar vendría a ser su mirada. Orbes almendrados y rasgados a detalle, ambos serian nada más que un conducto de sentimientos atrapados en el silencio de sus pensamientos pero, debido a un milagro o quizá una maldición, estos han sido tinturados en diferentes colores desde su nacimiento. Así como el día y la noche.
Caramelo profundo vivaz y Verde esmeralda azulado.
Italia-Venecia, Myung nació en la suntuosa capital de la región italiana del Véneto, una ciudad en continuo desarrollo distinguida por una luz tenue que acaricia los muros de noche y su característica niebla invernal, así como las periódicas inundaciones que sumergen a los habitantes y a sus hogares entre cristalinas aguas azul cobalto, dando a luz a un centenar de canales que colindan con sus estrechas calles y principales barrios, sus torres que inclinadas debido a los cimientos inestables de sus edificios se mantienen orgullosamente sostenidos por millones de pilares clavados en los pantanosos terrenos de las pequeñas islas que componen la laguna.
“L’occhio è lo specchio dell’anima.”
Los ojos son el espejo del alma, aquella simbólica dogma perduraría en sus memorias como un tesoro que se entierra para ser olvidado en las profundas fauces del pasado, y que sin embargo, durante los próximos años venideros le otorgarían el pase a una continua y latente tortura de la que bebería en completo silencio.
“Pobre, pobre jovencito desafortunado”, “maldito fue desde el día de su nacimiento”, a menudo solía escucharlo de conocidos y extraños, e incluso las personas de su mismo séquito se encargaban de susurrar tras sus espaldas, el melódico y sinuoso canto de un centenar de voces ofreciéndole un perfecto tributo a la desolación y la perenne condena de un corazón que a penas y entendía del porque su existencia conllevaba semejante pesar. Incluso la relación con su padre se debía más a un título que se le obligaba otorgar por derecho más que la misma gobernando dicho lazo, y ni aún con la pureza de su sangre uniendo su carne con la del mencionado hombre, logró alguna vez acortar la distancia entre ambas partes.
Sin la presencia de ninguna imagen maternal a su lado, MyungSoo creció únicamente porque debía hacerlo, siendo moldeado por la pulcra, imponente y severa figura de un padre ausente, y que todo el tiempo le devolvía rosas por espinas, los cuidados fueron exhaustivos en su educación, eso sí, meticulosos hasta el hostigamiento y estrictos todo el tiempo, los innumerables tutores particulares que pasaban por su tutela no tenían protesta alguna que anunciarle al patriarca ya que el chiquillo solía ser un completo prodigio a su corta edad, admirado por su particular encanto, la premura de sus habilidades para con los instrumentos y el fino tacto en cuanto a temas internacionales, aristocráticos y gubernamentales, lo hacían lucir difícilmente poco tentador y exquisito, el chico era bastante listo y además precioso en apariencia; sin embargo, esto lejos de complacer a su padre, solía impórtale menos. Si bien se destacaba con gracia lo impecable de sus modales o la fineza de su porte, a menudo se encontraba solo, sin custodios que velaran por su seguridad o lazarillo que guiara sus inexpertos pasos por el mundo, tanto dentro o fuera de su casa, MyungSoo había crecido en una mera orfandad que se disimulaba bien ante el público y la sociedad con los mejores preceptores del país, ostentosos obsequios de cumpleaños, días festivos celebrados en grandeza y cualquier otro capricho que la finura de sus labios así demandaran. Era un forastero de su propio linaje.
Tan libre y tan cautivo a la vez. Ironías de la vida derramando viperino contraste a una sola existencia, que mientras más preguntas se hacía, más se alejaba de disfrutar una autentica niñez, pero pronto y como si fuera decreto del cielo apiadándose de su calvario interno, las dudas dejarían de acariciar sus temores y pesadumbres, para así finalmente entregarle a una triste y cruda realidad que le sentenciaría a la culpa de su desdichado origen.
Su madre había abandonado a su padre luego de dar a luz para irse con un amante de nacionalidad italiana al igual que ella, o al menos eso era lo que venía escuchando desde hace ya un buen tiempo de la boca de algunos familiares, desde que tuvo uso de razón nunca se había preguntado el origen de esa ruptura tan desconcertante, ¿Cómo podría hacerlo? probablemente y aunque hubiera querido recibir una respuesta por lo menos vaga, en el fondo sabía que sería vano el indagar por veredictos, debido a que el mismo trato que llevaba con su padre en ese momento no le hubiera permitido siquiera el mencionar la primera letra del nombre de su madre. Y sí, Myung nunca supo de la mujer que lo había concebido aún después de varios años ya crecido.
No obstante, la mala relación con su padre tomaría un nivel mayor y desafortunado terminando por quebrar definitivamente el fino hilo que hasta entonces los unía del algún modo, y es que el día de su octavo cumpleaños, MyungSoo seria llamado «Asesino» por la misma criatura a la cual había guardado pleno respeto durante todo ese tiempo, considerándola su única familia en todo el mundo, a pesar del estigma que marcaba al adulto y al niño. Su máxima imagen de autoridad, un humano que resultó ser un baúl repleto de hielo seco hecho trizas tanto por fuera como por dentro. «Asesino, tú no mereces ser llamado hijo mío… Ya que eres un monstro.»
La embriagues fue a apoderarse de los sentidos de aquel elegante hombre siempre respetable y altivo, una buena botella de delicioso vino tinto añejado varias décadas atrás, provocarían que la tranquila y magnifica celebración de su primogénito terminara con una revelación inesperada, azotando de esa forma el silencio de la mañana en un 13 de marzo de los pasados años. Un soleado día entre globos de colores perla flotando airosos en el firmamento, tentadoras tartas de manzana humeando azúcar y canela, carísimos aperitivos hechos por las mejores manos culinarias y unas cuantas torres animando con los papeles tapizados los diferentes obsequios para el cumpleañero.
Tragedia, al menos ahora su padre estaba siendo honesto, incluso en el fervor iracundo de aquellas imperturbables palabras dirigidas únicamente a él, su estoica expresión no cambiaría y su solemne postura se mantendría más bélica y desafiante que nunca, estaba moldeado a su semejanza. Esa fue la primera vez que saborearía el dulce aroma de la borgoña deslizándose lívidamente por la comisura de su labio inferior hasta desembocar en finas gotas sobre su quisquilloso paladar, todo ello luego de que la copa que venía siendo sostenida por aquel hombre iracundo saliera disparada directamente a su rostro, dejando que el líquido escarlata abandonara el cristal bañando sus oscuros mechones de cabello y humedeciendo hasta teñir parte de su camisa que blanca como la nieve, en ese momento se vio tristemente arruinada. La verdad a medias se revelaba.
«Me arrebataste lo único verdadero que tenía en este mundo. Hubiera preferido verte en su lugar, tú no eres mi hijo, mi hijo murió cuando ella se fue de mi lado.»
«…..»
“Ya veo, era por eso.» Se dijo así mismo dejando que se cincelara una bella curvatura entre la fineza de sus comisuras, melancolía, aquel gesto perdularia unos fugaces segundos los cuales serían arrebatados al final de su debilitado nacimiento. No era necesario seguir divagando, ya no hacía falta buscar la aprobación de nadie y tampoco el afecto genuino de esa criatura. Ya que ese hombre estaba irreversiblemente cegado por el propio dolor de su pérdida y las huellas de sus heridas, quizá este había sufrido mucha más que él en todo ese tiempo.
Un capitulo viejo se cerró en aquella mañana, los años transcurrieron con facilidad, Myung de 12 años se encontraba estudiando fuera del país en un internado extranjero para jóvenes de su privilegiado estatus social. Y mientras ello, su padre había contraído nupcias con una bella mujer mucho más joven que él, siendo de esta manera su segundo matrimonio, con el cual ambos tendrían un bebé, una saludable niña a la que llamarían Katherine, solo que la joven señora de Kim al parecer había quedado embarazada algún tiempo antes de que la noticia de la boda se hiciera oficial, por lo que pudo tener la grata oportunidad de conocer al heredero de tan cuantiosa fortuna. MyungSoo, siempre se había mostrado sumamente distante, demasiado culto para su edad y siempre inmerso en su mundo, algo que lo apartaba de ser sociable con otros niños de su edad.
Nadie había puesto su fijación en ese aspecto bien marcado en él, pero sorpresivamente su ahora madrastra se encontraba constantemente preocupada de que estuviera solo todo el tiempo. Eso hizo que intentara acercarse al silvestre jovencito pero, solo lograba que este se retrajera más y las horas en la biblioteca o los infinitos recorridos en los floridos senderos del laberinto ubicado en los jardines fuera de la casa, perduraran triplicando las horas acostumbradas.
Extrañamente, la joven había sido amable con el hijo de la primera mujer de su marido, a lo que contrariamente se podría decir de la gente que verdaderamente debía comportarse como un familiar ligado por sangre. Ingenua, torpe y mala cocinera, siempre tenía algo nuevo que entregarle, ya sea un libro de aventuras por las que había escuchado el joven amo tenia predilección, comida de todo tipo y en especial dulces, invitaciones constantes a paseos en caballo y tomar el té por las tardes, la madrastra realmente se esforzó por gustar al niño, que insatisfecho la mayor parte del tiempo, siempre terminaba rechazando duramente la cordialidad de ella, a excepción de los bocadillos de los cuales solo dejaba migajas.
Así los meses fueron escritos, entre subidas y bajadas, la inconstancia del alvino y la terquedad de la castaña, pronto un nuevo rostro seria parte de aquel dueto de gato y ratón, Katherine que para ese entonces ya tenía 2 años de edad, se la pasaba detrás de la sombras de su hermanastro, como si fuera un polluelo recién nacido no dejaba que nadie más que ella se encargara de darle “ especiales cuidados” a MyungSoo que milagrosamente aceptaba a la pequeña con suma complicidad, así como un minino salvaje sintiéndose cómodo por primera vez con un humano, pero aquel inolvidable lapso de tiempo junto a las dos damas no duraría mucho ya que el patriarca regresaba de sus viajes en el exterior, las negociaciones mercantiles habían dado termino fructificando gratamente las alianzas con clientes importantes de todo el mundo y con ello, su presencia se hizo denotar una vez más en la casa. Viendo la cercanía entre su hijo y las féminas, en especial Katherine, el patriarca temía que fueran malditas al igual que su primera mujer, aquello le arrebataba el sueño cada noche. Y es que aquel hijo suyo había traído la mala suerte desde su nacimiento, logrando herirle en donde más dolía; entonces Myung sería enviado al dichoso internado en donde a pesar de separados, recibía visitas de ellas tanto en días festivos como en los normales, a escondidas de su padre claramente, diversos regalos se hacían presentes e incluso fotografías del pequeño ciervo blanco que habían rescatado meses atrás, cartas fueron y vinieron durante los siguientes tres años y de esta manera la relación se solidifico llegando a ser verdaderamente inquebrantable.
Katherine había cambiado su mundo desde el nacimiento, logrando que volviera a sentir algo tan complejo como lo era el afecto y lo sentimientos que definen tal palabra, Felicia su madrastra le había demostrado lo que era formar parte de una verdadera familia, algo con lo que no había lidiado en gran parte de su niñez y de lo que paradójicamente a penas era consiente. Pese a ello el alvino nunca llamaría, ni una sola vez "madre" a Felicia. La siguiente temporada, casi por invierno y la fría nevada, el príncipe de hielo regresaría a casa luego de concretar los estudios, ahora convertido en un espléndido adolescente, su soberbio encanto se había multiplicado de sobremanera y su apariencia ya no era más la de un niño, ahora lucia como un hombre aunque verdaderamente fuera un adolescente. Los constantes entrenamientos en el club de esgrima y las horas invertidas en las artes marciales habían esculpido una verdadera escultura griega que se paseaba semi-desnuda por allí como si nada.
Su madrastra joven aún, seguía conservando aquella gracia primaveral y cada vez que ambos se encontraban juntos las personas tenían certeros comentarios sobre lo bien que ambos lucían el uno al lado del otro. Algo que provocaría la inmediata inquietud y molestia de su padre quien siempre había intentado apartar tanto a su mujer como a su hija del lado de su primogénito que en ese tiempo era un chiquillo, pero ahora se había convertido en un apuesto joven, aventurero, fascinante y muy despierto; pronto las malas lenguas comenzaban a rumorear historias sumergidas en completa falsedad, pero ello no impidió que llegaran a oídos de su padre quien en un arrebato de celos y en medio de una confusa discusión arremetiera contra su señora infringiéndole severa bofetada, hiriendo su pálida piel, algo que provocaría la violenta confrontación verbal entre padre e hijo, la cuál no lastimaría a ninguno por fuera pero, el interior siempre era un misterio entre dos pilares de hielo.
Myung no era demasiado joven como para no entender la situación y tampoco era demasiado viejo como para permitirse ser quisquilloso y egoísta. Una vez más debía apartarse, hacerse a un lado para que nadie más sufriera; esta vez los intentos de un acercamientos por parte de Katherine quien ya pensaba por sí misma, no dieron resultado y tanto ella como su madre terminaban siendo rechazadas con la más cruda indiferencia que el noble podría mostrarles, él se mantuvo alejado hasta el día en el que su padre finalmente fallecería dejándole el 95% de sus venturas. Presente en el funeral, sería el primer encuentro con Felicia luego de que abandonara la casa, sorpresivamente, esta le confesaría sus sentimientos y junto a ello, también le revelaría la completa verdad sobre su nacimiento.
Bianca L’Blanc, ese era el nombre de su joven madre quien trágicamente había fallecido segundos después luego de haberlo concebido, una dama extravagante y fina, siempre se mantuvo digna y alturada pero, jamás dejaba de mostrase por sobre todo humilde, cálida y desinteresada, aquella mujer no solo había salvado su vida si no que también había venido siendo la protagonista de una serie de cuadros antiguos guardados en un almacén viejo donde solía perderse por largas horas preguntándose sobre la identidad de aquella hermosa doncella de los ojos de dos colores al igual que él. Heterocromía, MyungSoo había nacido padeciendo tal extraña enfermedad a la cuál solo se le relacionaba con animales, ya que el porcentaje ocurrido en humanos era casi nulo y en todo caso muy especial de darse; luego de escuchar a Felicia, pudo entender porque el cansancio nunca debilito su voluntad para seguir admirando a la extraña de la pintura aún en su madurez, y es que encontraba paz y calidez en aquella fascinante mirada de belleza sobrenatural.
Ahora también comprendía la negación de su padre cada vez que intentaba verle a los ojos directamente, las pláticas durante toda su vida con ese hombre habían sido erráticas, siempre dándole la espalda, un paso adelante o leyendo manuscritos, nunca de frente. Por lo que debido a ello Myung se había acostumbrado a llevar en el pasado siempre una boina que ocultara parte de su rostro, especialmente su mirada. Habito del cuál se podía desprender al ver esos retratos ocultos en el almacén, allí en donde se sentía libre.
Había heredado los ojos de su madre.
—Ella…. Me salvó dos veces, no, quizá aún ahora lo sigue haciendo. —Dijo en fiel susurro recorriendo con la mirada las majestuosas coronas de flores que eran apiladas una al costado de otra mientras servían de ornamentos fúnebres en aquella tarde gris de frio diciembre en la que vería por última vez tanto a Katherine como a Felicia, la madre de esta y hermana menor de Bianca L’Blanc.
☨
Actualmente Myung se ha establecido en Venecia, su cuna desde el nacimiento, luego de haber pasado varias temporadas fuera del país ocupándose de asuntos financieros y propios, la vida iría normalmente entre el trabajo y los esmerados pasatiempos; sin embargo, una noticia rompería la calma de aquella pacifica vida. La terrible muerte de Katherine de 15 años de edad, su preciosa medio hermana la cual lo citaría para un breve reencuentro una noche nevada de tormenta en la que los ruegos y suplicas de la joven harían que MyungSoo cediera a una reunión entre ambos por primera vez.
Una carta seria el medio de comunicación para recordar viejos tiempos, pero el destino siempre irreverente se encargaría de arrebatarle una vez más algo sumamente preciado. Hubiera preferido nunca aceptar tal invitación aclamando a la fatalidad.
Encontrar el cuerpo inerte y sin vida de la joven, acariciando con su escarchada piel el acérrimo de la tierra humedecida con el roció de la tarde, allí recostada sobre un gélido lecho blanquecino de nieve, se encontraba ella, con sus ropas manchadas en profundo grana carmesí, un zapato yacía desprendido de su lugar al mismo tiempo que la tierra en las uñas de sus delicados dedos le mostraban que la adolescente no deseaba partir aún y que en su lugar, luchó aferrándose a la vida debajo de ella hasta que el ultimo palpitar de su corazón se desvaneciera seguido de su llanto lavando la blanquecina piel sobre su rostro y delineando sus labios con un tinte igual de encendido que el líquido bañando el recorrido de su torso y la ascendencia de su delgada nuca al término de su yugular.
Guardó silencio, sus letárgicos pasos uno detrás de otro lo llevarían al cadáver en donde se desplomaría para dejarse caer de rodillas ante el cielo nebuloso, pequeños cristales escarchados de hielo caían en noble danza serpentina hasta incrustarse en los delgados hilos azabache de su cabellera, sus brazos como magnificentes alas de ángel caído se extenderían al tacto del pulso muerto y la gélides de un recipiente sin vida, sin alma, su diestra se encargaría de pasar cuidadosamente por los parpados de ella hasta que por fin sellara su mirada con un grácil adiós abanicando por última vez sus frondosas pestañas rizadas y rojizas, una vez más la sostuvo en brazos dándose cuenta de lo mucho que había perdido peso y lo hermosa que se había puesto en todo ese tiempo, sus largos y ondulados cabellos cobrizos desprendían un nostálgico aroma a jazmín y vainilla, por un momento recordó la melódica voz de Katherine llamando por su nombre “¡Myung! ¡Myung! Atrápame si puedes~.” La jovial risa de su flor favorita llenando el silencio de las estrechas calles mientras sonríe preciosa para él y juega con las faldas de su vestido mientras el viento se encarga de arrebatarselas… y; sin embargo, ya no sería capaz de volver a escuchar su voz nunca más. Ahora estaba muerta y sobre el deslave entre su cuello y la desnudez de su hombro, dos prominentes y lacerantes marcas de mortíferos orificios se encontraban desgarrando la carne… Algo infernal había acabado con su vida.
“Los ojos son el espejo del alma.”
¿Qué mirada podría poseer un vivo que agoniza por dentro? El silencio de un corazón roto cantándole a la luna llena.
Azul como la volátil llamarada violeta de mil lámparas flotando con cientos de destellos perlados resonando a fugaz clamor sobre el vasto firmamento oscurecido por la mesurada nitidez reinando en índigo marino y celeste claro; la vestimenta renacentista se destacó esa noche de fiesta real, dejando que la majestuosidad de los astros se reflejaran sobre las elegantes galas en las cuales estaban envueltos todos y cada uno de los humanos que habían acudido a celebrar una festividad popular y reconocida en todo el país que al igual que tradicional, no dejaba de lado la opulencia de aquella época ya vivida y la distinción de la nobleza, rutilantes en el cielo, plumajes tintineando gemas de colores no dejaban de asombrar con broches de oro puro y plata esculpida, siendo un verdadero placer visual el que se admiraba tanto en damas como en caballeros; no obstante, la máxima atracción de la verbena y desde tiempos inmemorables, había sido el portar un magnifico antifaz o mascara que hiciera juego con la glamorosa vestimenta y al mismo tiempo ocultara la identidad del que la llevase puesta. Toda una obra de arte de origen Italiano.
Pero su pase de entrada no estaba más consigo... Aquella hermosa mujer de hechizantes labios carmesí se la había hurtado para luego desaparecer en la tenebrosidad de la noche tan rauda como había llegado, y ahora...
Por sus delineados labios tinturados en fino carmín, aun corría una buena cantidad de aquel líquido tan delicioso que en la vida podría haber reconocido tal irresistible sabor al fundirse azucarado con la lividez de su lengua paseándose una y otra vez sintiendo que no era suficiente lo que se le había otorgado en ese momento, así como el blando espesor de una trufa al derretirse entre sus fauces y el exquisito poder para ofrecerle una sensación placentera fuera de este mundo; el muchacho que mortalmente herido, yacía recostado debajo de la copa de un enorme, frondoso y magnificente árbol de roble, esperaba aspirando el gélido vapor de la noche desplegándose entre las callejuelas para formar una densa niebla, quizá anhelando un último suspiro lo traicionare abandonando su maltrecho cuerpo, con las piernas estiradas sin vida, los brazos débilmente acomodados a los costados y sus castaños orbes vilmente sellados por la tragedia, dirigiéndose con reiteradas tretas y burlas hacia los dioses, ahora disfrutaba de un generoso trago más de aquel fascinante liquido carmesí, recorriendo con gallarda exquisitez su paladar, humedeciendo con imperdonable deleite cada uno de sus sentidos.
Darse el lujo de satisfacer aquella sed inhumana, succionaría aun más, en un último absorber de aquel oro derretido y vertido en escarchada miel carmesí, llevaría a que el ahogo en sus pulmones provocara un raudo cosquilleo tortuoso, haciendo que el toser estruendoso de los mismos se oyera sin remordimiento alguno, salpicando densas gotas en escarlata, desafortunado aquel lienzo floral en donde descansaba su inerte y casi moribundo cuerpo a punto de desfallecer; se sentía blando al contacto con la desnudes de su piel, el roce inanimado sobre el lecho primoroso en donde había sido abandonado por la preciosa criatura; en ese momento no tenia recuerdos de lo pasado, el simple y palpitante sonido de la delicada corriente proveniente de un puente aledaño era lo único que acompañaba la levedad de sus reacciones, como si un ciego fuera atraído por el encanto de alguna melodía avasalladora, nueva en su oscuro mundo de enigmático proceder. Saboreando aún por dentro como si no le interesara nada y tuviera toda la vida para hacerlo, sus labios eran untados por un hilo cristalino de su propio paladar al pasear desenfrenado al borde de sus comisuras, limpiando las mismas sin mesura.
Sediento aún, la voluntad de sus fuerzas lo abandonaría, con certeza estaba muerto o al menos su alma había sido tan pecaminosa en vida que ahora, pesaba como si sostuviera todo el peso del mundo sobre sus espaldas, no quería rendirse por ahora, aquella impresionante dama debía estar cerca, quería verla una vez más, tocar su rostro e incluso su frío tacto había atrapado la suya piel en plena seducción, tenía que abrir los ojos y ponerse de pie como pudiera, sentía la necesidad de buscarla para sujetarla aún en contra de su voluntad, ¿Capricho? ¿Terquedad? Más que un simple gusto mortal, se trataba de un mero instinto pasional y al que todos llamamos, coronándolo con el bizarro nombre de, “instinto animal”. Su espalda se arqueó con levedad haciéndose para adelante, como si de un muñeco de trapo se tratara, ¿Era lo único que podría conseguir? Aquello le frustraba, sentir como si estuviera enterrado en vida, siendo sometido entre cadenas por la putrefacción de la tierra húmeda.
Sin embargo, a penas y comenzaba el verdadero calvario; casi al instante de que se quedara en aquella posición de media luna, un enorme espasmo se apodero de su pecho haciendo que rebotara sin piedad de adentro hacia afuera, como si el bravío movimiento hiciere elevar su pecho hasta casi alcanzar a tocar su propia frente, un solo movimiento y ya estaba cayendo hacia un costado cuál lapida de frio cemento al ser removido sin cuidado, quejidos agónicos siguieron ¿Acaso esto era prueba de que aun seguía con vida? presa de la fragilidad que hizo posesión rauda de su pasajera existencia, ahora no tenía duda alguna de que comenzaba a sucumbir ante la muerte, debilitado sin poder moverse un solo centímetro, aquel violento impulso provocaría que inmediatamente se desatara el despertar abominable de un atroz y horrendo dolor en el que perdularia hasta la cruel condena de una tortura a la que sería sometido por un tiempo no benevolente.
El silencio de la noche parecía confabular con los espectros fallecidos de aquel lugar, que en formas de esferas saldrían de sus escondites para danzar sobre el lecho del condenado, esperando a ser testigos de una joven vida a punto de extinguirse para siempre.
La muerte, continuamente tan pasajera y a la vez tenaz, en esta ocasión se había tomado las molestias de hacer del tiempo un letargo eternamente infernal, disfrutando con acerba mortandad tal magnifico espectáculo, y la brisa, pasajera en su nómada andar, se vería envolver con gran divinidad cada frágil y pequeño pétalo de blanquecino rosal al ser recogido de los suelos para elevarse suavemente sobre los cielos junto a un puñado de plumas desprendiéndose y rodeando de forma sobrenatural la figura engañosa de una noche sin retorno a un día más.
A duras penas pudo arrastrarse unos pasos hacia adelante, inestable, vulnerable, el ridículo equilibrio de un ciervo recién nacido no se compraba a su deteriorado estado, era como si sus nervios no obedecieron las órdenes de su cerebro, y en cuestión, se negaran a abandonar el suelo, ponerse de pie seria una laboriosa hazaña, y ¿Por qué no decirlo? En esos momentos creía haber encontrado la razón que acreditaba lo imposible, pero no iba a permitirse ser arrastrado hacia la flaqueza sin antes haber dado batalla, de modo que enterrando sus uñas sobre la húmeda tierra, arrastraría estas al mismo tiempo que sus manos concebían dos puños, consiguiendo con ese forzoso accionar de sus codos se elevaran para posar su peso sobre los suelos y junto a ellos sus rodillas imitarían el gesto, despertando orgullosas mientras se hundían en las hojas secas, ramas viejas y pétalos marchitos.
Pero triste, aquel gesto de victoria dudaría nada, al término de un hosco gemido proclamado desde sus adentros, caería de nuevo a un costado, quedando boca arriba y extendido mientras las insanas contorsiones de sus músculos confirmaban que aquella estrepitosa sacuda por encima de su nuca y sus sienes lo habían dejado sin aire, como si un coágulo de sangre obstruyendo una arteria bloqueando el flujo de sangre al cerebro, rápidamente el dolor se comenzaba a extender hasta que fuera insoportable no tener nada en las manos como para sujetarse, por lo que en el desespero de la agonía hizo puño tan fuertemente que laceró con el borde de sus propias uñas la carne de las palmas sobre sus manos, dejando la piel viva muy expuesta, seguidamente rasgaría con desespero enajenado la tierra a sus costados, como si la dura superficie se fuese abrir en medio, dejándolo al borde de un abismo; la cordura comenzaba a abandonar su cabeza.
Las sensaciones eran crudas, tan voraces así como reales, nítidas y en todo su esplendor, confusas e inexplicables, podía sentir claramente como miles de cuervos abordaban el área abdominal para incrustar con tirria las lacerantes puntas de sus picos, carcomiendo sus entrañas desde afuera, mientras sus órganos eran arrancados de un tirón, sintiendo la calidez de una llamara incandescente transitando raudamente por todo su pecho hasta ampollar la boca de su estomago y recorrer cada arteria para ahogar su corazón siendo zambullido en un liquido inexplicable, a flor de piel se mantenían aquellas punzantes e inclementes convulsiones por ipso facto, retumbando en consecuentes movimientos histriónicos, cuál galopes de caballos salvajes impactando dentro de su cuerpo, corrompiendo sus músculos hasta el quebrarse de sus huesos, como si estos quisieran salir a flote, rasgando su piel cual crispados espinos de rosas despertando de un largo sueño invernal.
Sus parpados lentamente se comenzaron a desligar del nefasto encierro en los que sus orbes se encontraban cautivos; sin embargo, su vista estaba borrosa, como si la brisa al chocar contra sus corneas le negaran recrearse con el hermoso panorama delante de él, pronto se encontró sumamente afligido, nauseabundo y angustiado, el desespere de cada acción propia, conllevaba a que su voluntad le fuera cada vez más lejana, como si alguien jugara adrede con los delgados hilos de su existencia, sus manos ya no podían sostener más a sus acciones porque su cuerpo estaba cambiando de una forma tan violenta y desconocida que el terror comenzó a abordarlo para traer consigo a sus peores miedos.
Estaba siendo víctima de una cruel tortura; su semblante había cambiado de forma abrupta, el silencio de sus palabras era proclamado por medio de cada dolorosa expresión que sus bellas facciones efectuaban, su nariz hoscamente estriada, su mandíbula contrayéndose tan terriblemente que la fuerza al abrirse y presionarse, desataba el despertar de sus venas recorriendo todo el sendero de su cuello, a punto de estallar, sus dientes rechinaron como si fueran a romperse por la misma presión ejercida. La descomunal aflicción dentro de sus músculos al contraerse sin piedad, harían que le fuera difícil no tomarse su yugular con los pequeños dígitos de sus largos dedos y cavara en su piel como si con ello estuviera tratando por todos los medios, el deshacerse de su propia condena y de lo que ahora cubría su esqueleto y órganos. Un impulso por liberarse de la perenne tortura, su espalda recuperó la postura enderezándose hasta impulsar su cuerpo hacia adelante, cayendo sobre su rostro y al mismo tiempo volviéndose a levantar para terminar de rodillas y con las vestiduras de su camisa completamente rasgadas, las mangas siendo arrebatadas de sus hombros como si nada, el crujir de los botones al salir disparados sin rumbo por los aires, el cuello que aprisionaba su manzana de Adán, ya no estaba más asfixiando aquel lugar, solo un burdo telar de ropajes incoloros quedarían cubriendo algunas partes de sus extremidades y espalda.
A continuación e inesperadamente, las convulsiones regresaron con más fuerza todavía, sus pulmones dejaron de recibir oxígeno en un determinado momento, ahora era peor que antes ya que por más que exhalara con todas sus fuerzas, el oxigeno parecía no desear invadir tales órganos, sus labios, resecos y agrietados a causa del clima y la perdida desmesurada de sangre, buscaron con gran anhelo volver a respirar, pero solo lograron que un ahogado quejido se oyera terrorífico originándose desde la laringe, su diestra fue guiada sutilmente hasta su pecho en donde reposaría, aguardando a que esos lentos y casi inexistentes latidos se detuvieran, irónicamente en lo único que podía pensar en ese momento era en "Pandora", aquella alvina joven con un rostro de ángel y una terrible forma de conceder deseos.
A esas alturas parte de su compostura lo había abandonado, y el dolor era tan increíble que pensó “Ni aunque pereciera en un eterno infierno, podría acostumbrarme a esto.”
Gélido como un bloque de hielo, su corazón estaba dando inicio a acelerados bombeos y retumbos dentro de su pecho, podía oírlo con claridad e incluso lo estaba sintiendo como si sostuviera con su propia diestra la vivacidad de su corazón latente y palpitando sobre su palma, tan brutal y a la vez tan fuera de este mundo, en conjunto a ello una corriente de electricidad hizo que el instantáneo arqueamiento en sus entrañas, desembocara inefable lo que al principio creyó era sangre que comenzaba a expulsar su propio cuerpo. Hizo fuerza obligándose al menos a darse vuelta y apoyar su surda sobre el suelo para no ahogarse en su propia basca. Ya ni siquiera podía razonar un pensamiento corto, al sentir aquella calidez nauseabunda abordar su tráquea hasta casi hundir su lengua en aquellos fluidos propios de su anatomía, finalmente dejando su estomago completamente vacío pero, al verse casi expuesto su surda iría a parar hasta sus labios en donde desbordaría una gama confusa de colores mezclados en uno solo, oscuros todos ellos derramándose en el césped.
Por un vivido momento recordó su vida pasada y al terminó de ello...
Sus parpados yacían abiertos como dos uvas negras, lentamente acostumbrándose a la nitidez.
Bañado en lodo e infame tierra, sus atezados cabellos estaban siendo adornados por brotes marchitos de pétalos y hojas verdes limón, la sangre seca enmudecía sus labios y las heridas provocadas por él mismo y la hermosa inmortal ausente, se mantuvieron realzando aquella escena cuesta abajo en donde lo esperaba un inmenso y cristalino manantial de aguas esmeralda. ¿Cómo había llegado a parar hasta allí? ¿Por qué ahora sentía como si estuviera volando? Tan ligero como una de las plumas que colgaba de su traje estilo barroco, ahora se encontraba perfectamente, el sufrimiento había culminado disipándose con el despertar su enigmática naturaleza.
Cercano a un fluido canal, tenia la necesidad de limpiarse todo aquello que había manchado tanto sus ropas como su piel, por lo que dando certeros y firmes pasos aprovecharía la ausencia de vida al rededor para desprenderse de sus estropeados ropajes y limpiarse con aquella fuente de agua manantial con el que socarronamente había sido bendecido. Pronto la tonalidad de su piel comenzó a ser bañada por la pureza de las ráfagas envueltas en vaporoso roció purificando en su sublime recorrido cada pequeño grano café que pudiera estar aferrándose a sus uñas dejándolas esmaltadas como finas perlas nacaradas, con una figura que se distorsionaba y desaparecía en las profundidades, poco a poco su rostro era revelado siendo su propio reflejo el que dejara correr misterioso telón, entonces, un blanquecino satinado del más puro blanco invernal abordó su precioso rostro fulgurando un tenue destello que sublime se propagaría como una véngala por todo su cuerpo, extendiéndose hasta el majestuoso liberarse de sus cabellos al teñirse ondulantes de un precioso café cobrizo que majestuosos despediría un tinte oscuro, evaporándose dentro del agua como si los verdaderos colores de su melena se hubieran atrevido a despertar al fin, cada imperfección, cada rasguño del más mínimo seria arrancando de su piel, dejando en pulcra perfección cada lugar que se pudiera apreciar a la vista, su semblante comenzaba a desvelar con finura unos hermosos orbes florecentes, uno del color del ámbar y el otro del color de la piedra agua marina.
Ya no tenía heridas, su piel estaba saludable, aunque el estigma del abrazo recibido duraría unas cuantas semanas más en sanar, -así lo comprobaría con el pasar de los días-, sin ningún tipo de imperfección o herida, ¿cuán tersada podría ponerse su piel? Y es que comenzaba a verse como el fino lienzo de la cerámica más cara y antigua en la historia, cubiertos por bellos brocados satinados como pequeños diamantes aflorando de su piel, pero no era lo único que comenzaba a cambiar, ya que de pronto sus delineados labios se tinturaron en un profundo color cerezo escarlata, al mismo tiempo que sus caninos dentro de sus fauces parecían estar brotando delicadamente, con lentitud y solmene despertar, se labraban detallados a la preciosa semejanza de dos colmillos satinados, y es que eso eran, peligrosos colmillos que acompañarían su magnificente canto despiadado de ahora en adelante, tan pulcros, tan níveos e inmaculados, dignos coronaban su perfecta dentadura invernal, no sintió molestia con ello, era natural que su cuerpo sin vida no expresara pesar al cambio de su anatomía. E incluso jugar acariciándolos con la punta de su lengua fue divertido en lo que duró.
Su sola presencia era impresionante de admirar, incluso él lo sabia, por lo que un soberano gesto genuino y que en vida no destacaba sobre su rostro, ahora se pronunciaba dibujando una grácil y perfecta curvatura entre comisuras, inmutable pero al mismo tiempo fiero y mundano, el sonreír del fallecido podría robarse el aliento congelando la sangre del mortal, parecía estarlo disfrutando tanto que unos bien esculpidos hoyuelos se remarcarían sobre sus mejillas a los costados de sus labios, muy cerca, los agudos murmullos del retozar y trinar de algunos animales en el bosque se dejaban oír con claridad, ¿Cómo era esto posible? se preguntó, siendo que las arboledas más cercanas se encontraban a abismales metros de su alcance. Aun no podía asimilar lo que su cuerpo sí, pero eso lo hacía todavía más fascinante.
De esa forma un travieso e inocente encuentro se transformaría a una noche difícilmente dejada en el olvido. Myung estaba verdaderamente en deuda con la vampiresa, ella lo había rescato sacándolo del pasado para salvarse de si mismo, no obstante también se había apoderado de algo más que su dolor, ahora su corazón, le pertenecía únicamente a ella, siendo sus sentidos los que siempre recordaran tan delicioso aroma, el tacto fino de su pálida piel y sus acaramelados rizos ondulando suaves ventiscas, había caído rendido quedando de esa forma prendado ante su belleza y magistral encanto, pero hallarla de nuevo seria algo de lo que únicamente el destino se encargaría de dictaminar.
Lo que le gusta/odia: Le gusta:
● Cocinar, a pesar de haber sido colmado de todo tipo de comodidad. A menudo usó la cocina como uno de sus tantos refugios en los que podía sentirse cómodo y acompañado a la vez, ya que el pastelero principal que trabajaba en su casa le enseñaba una nueva receta cada día; un viejo cascarrabias sin igual.
● La fotografía/Dibujar, incluso auto retratos.
● Quitarse las lentillas de contacto cuando menos se lo esperan, adora las diferentes reacciones que ocasiona en las personas gracias a su pequeño gran secreto de infancia. Sus ojos de dos colores.
● Las fiestas, sobre todo las de salón en donde los disfraces victorianos son la principal atracción.
● El salto ecuestre, una disciplina dentro de la equitación que consiste en un acontecimiento sincronizado juzgado en la capacidad del caballo y del jinete.
● El color negro.
● La lluvia incontrolable, el clima desafiante. Los sonidos de la naturaleza, la fragancia que deja esta mientras se revela.
Odia:
● El agua -turbia- debido a una desagradable experiencia que tuvo, una vez cuando niño resbaló cayéndose a las profundidades de un lago oscuro, experimentado de eso modo un terrible ahogamiento que casi le cuesta la vida.
● La falta de criterio de los que carecen de modales.
● Que indeseables invadan su espacio personal e intenten manipularlo.
● Sentirse amenazado, lo que más detesta es no poder imponerse.
● La debilidad.
● No obtener lo que desea.
Miedos/Fobias: Ninguna.
Otros: Conserva la mascara del carnaval Veneciano de la noche en la que conoció a Susana (Pandora), aquel objeto es lo único que lo acerca a ella.
Sin embargo, contrariamente a lo que se pueda pensar de la primera impresión, su personalidad es bastante cordial, quizá algo confusa debido a que su lado belicoso y risueño tiende a disfrazarse con su serena naturaleza cargada con sobrias dosis de finura, astucia, ironía y cierto ápice de sadismo que únicamente renace en especiales situaciones; a veces un beligerante niño siendo negligente, terco con sus decisiones y otras veces luciendo un lado cándido, receloso e inquietante.
Al ser fácilmente volátil, en un momento puede mostrarse indiferente y al otro una fugaz llamarada se enciende para desatar su desconcertante naturaleza; gallardo y siempre altivo, usualmente no es tentado con simplicidad por la irritación ya que prefiere mantener ese perfil sereno y reservado que le otorgan displicencia, en cambio sus momentos de vehemencia han de mostrarse con la pérdida de su control hasta el punto de desconocerse así mismo. Lo que más desprecia es la traición.
Libertad, siempre será guiado por su impulsividad, el deseo de su corazón es un fiel decreto por el que está dispuesto a perder el orgullo, y hasta morir por ello si es necesario. No importa qué, siempre consumará sus promesas ya que el credo que conlleva sus ideales, dicta que la muerte no es una excusa para la traición de un lazo inquebrantable.
Apariencia: De test alvina, su descendencia asiática gobierna gran parte de sus delicadas facciones que sublimes, a la vez se muestran felinas e imponentes llegando a denotar cierto aire exótico detrás de ese perpetuo estoicismo, su mirada tan profunda y hechizante así como misteriosa, atrapa la atención del público concurrente. De labios cuidadosamente delineados en tenue fineza, usualmente están sutilmente enrojecidos debido a su manía de relamerse humedeciéndolos, su rostro es pequeño, moldeado cuidadosamente en bellos rasgos que le otorgan detalles destacables como la primorosa forma de su nariz, bien perfilada y a término de L, en cuanto a sus cabellos, estos usualmente se verán bañados en un oscuro y prolijo tono atezado, siendo lisos en su totalidad; sin embargo, su estilo puede variar.
Atlético, su estatura le otorga distinción así como el largo de sus firmes y bien moldeadas piernas, sus brazos son estilizados pero adecuadamente esculpidos y el delineado borde de su espléndida esclavina refugia una pronunciada manzana de Adán en medio, de buen porte. Lo clásico y bronco pueden crear una exquisita combinación que solo se compara a la impetuosidad de su esencia.
Y es por ello que su máxima facción a destacar vendría a ser su mirada. Orbes almendrados y rasgados a detalle, ambos serian nada más que un conducto de sentimientos atrapados en el silencio de sus pensamientos pero, debido a un milagro o quizá una maldición, estos han sido tinturados en diferentes colores desde su nacimiento. Así como el día y la noche.
Caramelo profundo vivaz y Verde esmeralda azulado.
Historia
Italia-Venecia, Myung nació en la suntuosa capital de la región italiana del Véneto, una ciudad en continuo desarrollo distinguida por una luz tenue que acaricia los muros de noche y su característica niebla invernal, así como las periódicas inundaciones que sumergen a los habitantes y a sus hogares entre cristalinas aguas azul cobalto, dando a luz a un centenar de canales que colindan con sus estrechas calles y principales barrios, sus torres que inclinadas debido a los cimientos inestables de sus edificios se mantienen orgullosamente sostenidos por millones de pilares clavados en los pantanosos terrenos de las pequeñas islas que componen la laguna.
“L’occhio è lo specchio dell’anima.”
Los ojos son el espejo del alma, aquella simbólica dogma perduraría en sus memorias como un tesoro que se entierra para ser olvidado en las profundas fauces del pasado, y que sin embargo, durante los próximos años venideros le otorgarían el pase a una continua y latente tortura de la que bebería en completo silencio.
“Pobre, pobre jovencito desafortunado”, “maldito fue desde el día de su nacimiento”, a menudo solía escucharlo de conocidos y extraños, e incluso las personas de su mismo séquito se encargaban de susurrar tras sus espaldas, el melódico y sinuoso canto de un centenar de voces ofreciéndole un perfecto tributo a la desolación y la perenne condena de un corazón que a penas y entendía del porque su existencia conllevaba semejante pesar. Incluso la relación con su padre se debía más a un título que se le obligaba otorgar por derecho más que la misma gobernando dicho lazo, y ni aún con la pureza de su sangre uniendo su carne con la del mencionado hombre, logró alguna vez acortar la distancia entre ambas partes.
Sin la presencia de ninguna imagen maternal a su lado, MyungSoo creció únicamente porque debía hacerlo, siendo moldeado por la pulcra, imponente y severa figura de un padre ausente, y que todo el tiempo le devolvía rosas por espinas, los cuidados fueron exhaustivos en su educación, eso sí, meticulosos hasta el hostigamiento y estrictos todo el tiempo, los innumerables tutores particulares que pasaban por su tutela no tenían protesta alguna que anunciarle al patriarca ya que el chiquillo solía ser un completo prodigio a su corta edad, admirado por su particular encanto, la premura de sus habilidades para con los instrumentos y el fino tacto en cuanto a temas internacionales, aristocráticos y gubernamentales, lo hacían lucir difícilmente poco tentador y exquisito, el chico era bastante listo y además precioso en apariencia; sin embargo, esto lejos de complacer a su padre, solía impórtale menos. Si bien se destacaba con gracia lo impecable de sus modales o la fineza de su porte, a menudo se encontraba solo, sin custodios que velaran por su seguridad o lazarillo que guiara sus inexpertos pasos por el mundo, tanto dentro o fuera de su casa, MyungSoo había crecido en una mera orfandad que se disimulaba bien ante el público y la sociedad con los mejores preceptores del país, ostentosos obsequios de cumpleaños, días festivos celebrados en grandeza y cualquier otro capricho que la finura de sus labios así demandaran. Era un forastero de su propio linaje.
Tan libre y tan cautivo a la vez. Ironías de la vida derramando viperino contraste a una sola existencia, que mientras más preguntas se hacía, más se alejaba de disfrutar una autentica niñez, pero pronto y como si fuera decreto del cielo apiadándose de su calvario interno, las dudas dejarían de acariciar sus temores y pesadumbres, para así finalmente entregarle a una triste y cruda realidad que le sentenciaría a la culpa de su desdichado origen.
Su madre había abandonado a su padre luego de dar a luz para irse con un amante de nacionalidad italiana al igual que ella, o al menos eso era lo que venía escuchando desde hace ya un buen tiempo de la boca de algunos familiares, desde que tuvo uso de razón nunca se había preguntado el origen de esa ruptura tan desconcertante, ¿Cómo podría hacerlo? probablemente y aunque hubiera querido recibir una respuesta por lo menos vaga, en el fondo sabía que sería vano el indagar por veredictos, debido a que el mismo trato que llevaba con su padre en ese momento no le hubiera permitido siquiera el mencionar la primera letra del nombre de su madre. Y sí, Myung nunca supo de la mujer que lo había concebido aún después de varios años ya crecido.
No obstante, la mala relación con su padre tomaría un nivel mayor y desafortunado terminando por quebrar definitivamente el fino hilo que hasta entonces los unía del algún modo, y es que el día de su octavo cumpleaños, MyungSoo seria llamado «Asesino» por la misma criatura a la cual había guardado pleno respeto durante todo ese tiempo, considerándola su única familia en todo el mundo, a pesar del estigma que marcaba al adulto y al niño. Su máxima imagen de autoridad, un humano que resultó ser un baúl repleto de hielo seco hecho trizas tanto por fuera como por dentro. «Asesino, tú no mereces ser llamado hijo mío… Ya que eres un monstro.»
La embriagues fue a apoderarse de los sentidos de aquel elegante hombre siempre respetable y altivo, una buena botella de delicioso vino tinto añejado varias décadas atrás, provocarían que la tranquila y magnifica celebración de su primogénito terminara con una revelación inesperada, azotando de esa forma el silencio de la mañana en un 13 de marzo de los pasados años. Un soleado día entre globos de colores perla flotando airosos en el firmamento, tentadoras tartas de manzana humeando azúcar y canela, carísimos aperitivos hechos por las mejores manos culinarias y unas cuantas torres animando con los papeles tapizados los diferentes obsequios para el cumpleañero.
Tragedia, al menos ahora su padre estaba siendo honesto, incluso en el fervor iracundo de aquellas imperturbables palabras dirigidas únicamente a él, su estoica expresión no cambiaría y su solemne postura se mantendría más bélica y desafiante que nunca, estaba moldeado a su semejanza. Esa fue la primera vez que saborearía el dulce aroma de la borgoña deslizándose lívidamente por la comisura de su labio inferior hasta desembocar en finas gotas sobre su quisquilloso paladar, todo ello luego de que la copa que venía siendo sostenida por aquel hombre iracundo saliera disparada directamente a su rostro, dejando que el líquido escarlata abandonara el cristal bañando sus oscuros mechones de cabello y humedeciendo hasta teñir parte de su camisa que blanca como la nieve, en ese momento se vio tristemente arruinada. La verdad a medias se revelaba.
«Me arrebataste lo único verdadero que tenía en este mundo. Hubiera preferido verte en su lugar, tú no eres mi hijo, mi hijo murió cuando ella se fue de mi lado.»
«…..»
“Ya veo, era por eso.» Se dijo así mismo dejando que se cincelara una bella curvatura entre la fineza de sus comisuras, melancolía, aquel gesto perdularia unos fugaces segundos los cuales serían arrebatados al final de su debilitado nacimiento. No era necesario seguir divagando, ya no hacía falta buscar la aprobación de nadie y tampoco el afecto genuino de esa criatura. Ya que ese hombre estaba irreversiblemente cegado por el propio dolor de su pérdida y las huellas de sus heridas, quizá este había sufrido mucha más que él en todo ese tiempo.
Un capitulo viejo se cerró en aquella mañana, los años transcurrieron con facilidad, Myung de 12 años se encontraba estudiando fuera del país en un internado extranjero para jóvenes de su privilegiado estatus social. Y mientras ello, su padre había contraído nupcias con una bella mujer mucho más joven que él, siendo de esta manera su segundo matrimonio, con el cual ambos tendrían un bebé, una saludable niña a la que llamarían Katherine, solo que la joven señora de Kim al parecer había quedado embarazada algún tiempo antes de que la noticia de la boda se hiciera oficial, por lo que pudo tener la grata oportunidad de conocer al heredero de tan cuantiosa fortuna. MyungSoo, siempre se había mostrado sumamente distante, demasiado culto para su edad y siempre inmerso en su mundo, algo que lo apartaba de ser sociable con otros niños de su edad.
Nadie había puesto su fijación en ese aspecto bien marcado en él, pero sorpresivamente su ahora madrastra se encontraba constantemente preocupada de que estuviera solo todo el tiempo. Eso hizo que intentara acercarse al silvestre jovencito pero, solo lograba que este se retrajera más y las horas en la biblioteca o los infinitos recorridos en los floridos senderos del laberinto ubicado en los jardines fuera de la casa, perduraran triplicando las horas acostumbradas.
Extrañamente, la joven había sido amable con el hijo de la primera mujer de su marido, a lo que contrariamente se podría decir de la gente que verdaderamente debía comportarse como un familiar ligado por sangre. Ingenua, torpe y mala cocinera, siempre tenía algo nuevo que entregarle, ya sea un libro de aventuras por las que había escuchado el joven amo tenia predilección, comida de todo tipo y en especial dulces, invitaciones constantes a paseos en caballo y tomar el té por las tardes, la madrastra realmente se esforzó por gustar al niño, que insatisfecho la mayor parte del tiempo, siempre terminaba rechazando duramente la cordialidad de ella, a excepción de los bocadillos de los cuales solo dejaba migajas.
Así los meses fueron escritos, entre subidas y bajadas, la inconstancia del alvino y la terquedad de la castaña, pronto un nuevo rostro seria parte de aquel dueto de gato y ratón, Katherine que para ese entonces ya tenía 2 años de edad, se la pasaba detrás de la sombras de su hermanastro, como si fuera un polluelo recién nacido no dejaba que nadie más que ella se encargara de darle “ especiales cuidados” a MyungSoo que milagrosamente aceptaba a la pequeña con suma complicidad, así como un minino salvaje sintiéndose cómodo por primera vez con un humano, pero aquel inolvidable lapso de tiempo junto a las dos damas no duraría mucho ya que el patriarca regresaba de sus viajes en el exterior, las negociaciones mercantiles habían dado termino fructificando gratamente las alianzas con clientes importantes de todo el mundo y con ello, su presencia se hizo denotar una vez más en la casa. Viendo la cercanía entre su hijo y las féminas, en especial Katherine, el patriarca temía que fueran malditas al igual que su primera mujer, aquello le arrebataba el sueño cada noche. Y es que aquel hijo suyo había traído la mala suerte desde su nacimiento, logrando herirle en donde más dolía; entonces Myung sería enviado al dichoso internado en donde a pesar de separados, recibía visitas de ellas tanto en días festivos como en los normales, a escondidas de su padre claramente, diversos regalos se hacían presentes e incluso fotografías del pequeño ciervo blanco que habían rescatado meses atrás, cartas fueron y vinieron durante los siguientes tres años y de esta manera la relación se solidifico llegando a ser verdaderamente inquebrantable.
Katherine había cambiado su mundo desde el nacimiento, logrando que volviera a sentir algo tan complejo como lo era el afecto y lo sentimientos que definen tal palabra, Felicia su madrastra le había demostrado lo que era formar parte de una verdadera familia, algo con lo que no había lidiado en gran parte de su niñez y de lo que paradójicamente a penas era consiente. Pese a ello el alvino nunca llamaría, ni una sola vez "madre" a Felicia. La siguiente temporada, casi por invierno y la fría nevada, el príncipe de hielo regresaría a casa luego de concretar los estudios, ahora convertido en un espléndido adolescente, su soberbio encanto se había multiplicado de sobremanera y su apariencia ya no era más la de un niño, ahora lucia como un hombre aunque verdaderamente fuera un adolescente. Los constantes entrenamientos en el club de esgrima y las horas invertidas en las artes marciales habían esculpido una verdadera escultura griega que se paseaba semi-desnuda por allí como si nada.
Su madrastra joven aún, seguía conservando aquella gracia primaveral y cada vez que ambos se encontraban juntos las personas tenían certeros comentarios sobre lo bien que ambos lucían el uno al lado del otro. Algo que provocaría la inmediata inquietud y molestia de su padre quien siempre había intentado apartar tanto a su mujer como a su hija del lado de su primogénito que en ese tiempo era un chiquillo, pero ahora se había convertido en un apuesto joven, aventurero, fascinante y muy despierto; pronto las malas lenguas comenzaban a rumorear historias sumergidas en completa falsedad, pero ello no impidió que llegaran a oídos de su padre quien en un arrebato de celos y en medio de una confusa discusión arremetiera contra su señora infringiéndole severa bofetada, hiriendo su pálida piel, algo que provocaría la violenta confrontación verbal entre padre e hijo, la cuál no lastimaría a ninguno por fuera pero, el interior siempre era un misterio entre dos pilares de hielo.
Myung no era demasiado joven como para no entender la situación y tampoco era demasiado viejo como para permitirse ser quisquilloso y egoísta. Una vez más debía apartarse, hacerse a un lado para que nadie más sufriera; esta vez los intentos de un acercamientos por parte de Katherine quien ya pensaba por sí misma, no dieron resultado y tanto ella como su madre terminaban siendo rechazadas con la más cruda indiferencia que el noble podría mostrarles, él se mantuvo alejado hasta el día en el que su padre finalmente fallecería dejándole el 95% de sus venturas. Presente en el funeral, sería el primer encuentro con Felicia luego de que abandonara la casa, sorpresivamente, esta le confesaría sus sentimientos y junto a ello, también le revelaría la completa verdad sobre su nacimiento.
Bianca L’Blanc, ese era el nombre de su joven madre quien trágicamente había fallecido segundos después luego de haberlo concebido, una dama extravagante y fina, siempre se mantuvo digna y alturada pero, jamás dejaba de mostrase por sobre todo humilde, cálida y desinteresada, aquella mujer no solo había salvado su vida si no que también había venido siendo la protagonista de una serie de cuadros antiguos guardados en un almacén viejo donde solía perderse por largas horas preguntándose sobre la identidad de aquella hermosa doncella de los ojos de dos colores al igual que él. Heterocromía, MyungSoo había nacido padeciendo tal extraña enfermedad a la cuál solo se le relacionaba con animales, ya que el porcentaje ocurrido en humanos era casi nulo y en todo caso muy especial de darse; luego de escuchar a Felicia, pudo entender porque el cansancio nunca debilito su voluntad para seguir admirando a la extraña de la pintura aún en su madurez, y es que encontraba paz y calidez en aquella fascinante mirada de belleza sobrenatural.
Ahora también comprendía la negación de su padre cada vez que intentaba verle a los ojos directamente, las pláticas durante toda su vida con ese hombre habían sido erráticas, siempre dándole la espalda, un paso adelante o leyendo manuscritos, nunca de frente. Por lo que debido a ello Myung se había acostumbrado a llevar en el pasado siempre una boina que ocultara parte de su rostro, especialmente su mirada. Habito del cuál se podía desprender al ver esos retratos ocultos en el almacén, allí en donde se sentía libre.
Había heredado los ojos de su madre.
—Ella…. Me salvó dos veces, no, quizá aún ahora lo sigue haciendo. —Dijo en fiel susurro recorriendo con la mirada las majestuosas coronas de flores que eran apiladas una al costado de otra mientras servían de ornamentos fúnebres en aquella tarde gris de frio diciembre en la que vería por última vez tanto a Katherine como a Felicia, la madre de esta y hermana menor de Bianca L’Blanc.
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Actualmente Myung se ha establecido en Venecia, su cuna desde el nacimiento, luego de haber pasado varias temporadas fuera del país ocupándose de asuntos financieros y propios, la vida iría normalmente entre el trabajo y los esmerados pasatiempos; sin embargo, una noticia rompería la calma de aquella pacifica vida. La terrible muerte de Katherine de 15 años de edad, su preciosa medio hermana la cual lo citaría para un breve reencuentro una noche nevada de tormenta en la que los ruegos y suplicas de la joven harían que MyungSoo cediera a una reunión entre ambos por primera vez.
Una carta seria el medio de comunicación para recordar viejos tiempos, pero el destino siempre irreverente se encargaría de arrebatarle una vez más algo sumamente preciado. Hubiera preferido nunca aceptar tal invitación aclamando a la fatalidad.
Encontrar el cuerpo inerte y sin vida de la joven, acariciando con su escarchada piel el acérrimo de la tierra humedecida con el roció de la tarde, allí recostada sobre un gélido lecho blanquecino de nieve, se encontraba ella, con sus ropas manchadas en profundo grana carmesí, un zapato yacía desprendido de su lugar al mismo tiempo que la tierra en las uñas de sus delicados dedos le mostraban que la adolescente no deseaba partir aún y que en su lugar, luchó aferrándose a la vida debajo de ella hasta que el ultimo palpitar de su corazón se desvaneciera seguido de su llanto lavando la blanquecina piel sobre su rostro y delineando sus labios con un tinte igual de encendido que el líquido bañando el recorrido de su torso y la ascendencia de su delgada nuca al término de su yugular.
Guardó silencio, sus letárgicos pasos uno detrás de otro lo llevarían al cadáver en donde se desplomaría para dejarse caer de rodillas ante el cielo nebuloso, pequeños cristales escarchados de hielo caían en noble danza serpentina hasta incrustarse en los delgados hilos azabache de su cabellera, sus brazos como magnificentes alas de ángel caído se extenderían al tacto del pulso muerto y la gélides de un recipiente sin vida, sin alma, su diestra se encargaría de pasar cuidadosamente por los parpados de ella hasta que por fin sellara su mirada con un grácil adiós abanicando por última vez sus frondosas pestañas rizadas y rojizas, una vez más la sostuvo en brazos dándose cuenta de lo mucho que había perdido peso y lo hermosa que se había puesto en todo ese tiempo, sus largos y ondulados cabellos cobrizos desprendían un nostálgico aroma a jazmín y vainilla, por un momento recordó la melódica voz de Katherine llamando por su nombre “¡Myung! ¡Myung! Atrápame si puedes~.” La jovial risa de su flor favorita llenando el silencio de las estrechas calles mientras sonríe preciosa para él y juega con las faldas de su vestido mientras el viento se encarga de arrebatarselas… y; sin embargo, ya no sería capaz de volver a escuchar su voz nunca más. Ahora estaba muerta y sobre el deslave entre su cuello y la desnudez de su hombro, dos prominentes y lacerantes marcas de mortíferos orificios se encontraban desgarrando la carne… Algo infernal había acabado con su vida.
“Los ojos son el espejo del alma.”
¿Qué mirada podría poseer un vivo que agoniza por dentro? El silencio de un corazón roto cantándole a la luna llena.
Conversión
Azul como la volátil llamarada violeta de mil lámparas flotando con cientos de destellos perlados resonando a fugaz clamor sobre el vasto firmamento oscurecido por la mesurada nitidez reinando en índigo marino y celeste claro; la vestimenta renacentista se destacó esa noche de fiesta real, dejando que la majestuosidad de los astros se reflejaran sobre las elegantes galas en las cuales estaban envueltos todos y cada uno de los humanos que habían acudido a celebrar una festividad popular y reconocida en todo el país que al igual que tradicional, no dejaba de lado la opulencia de aquella época ya vivida y la distinción de la nobleza, rutilantes en el cielo, plumajes tintineando gemas de colores no dejaban de asombrar con broches de oro puro y plata esculpida, siendo un verdadero placer visual el que se admiraba tanto en damas como en caballeros; no obstante, la máxima atracción de la verbena y desde tiempos inmemorables, había sido el portar un magnifico antifaz o mascara que hiciera juego con la glamorosa vestimenta y al mismo tiempo ocultara la identidad del que la llevase puesta. Toda una obra de arte de origen Italiano.
Pero su pase de entrada no estaba más consigo... Aquella hermosa mujer de hechizantes labios carmesí se la había hurtado para luego desaparecer en la tenebrosidad de la noche tan rauda como había llegado, y ahora...
Por sus delineados labios tinturados en fino carmín, aun corría una buena cantidad de aquel líquido tan delicioso que en la vida podría haber reconocido tal irresistible sabor al fundirse azucarado con la lividez de su lengua paseándose una y otra vez sintiendo que no era suficiente lo que se le había otorgado en ese momento, así como el blando espesor de una trufa al derretirse entre sus fauces y el exquisito poder para ofrecerle una sensación placentera fuera de este mundo; el muchacho que mortalmente herido, yacía recostado debajo de la copa de un enorme, frondoso y magnificente árbol de roble, esperaba aspirando el gélido vapor de la noche desplegándose entre las callejuelas para formar una densa niebla, quizá anhelando un último suspiro lo traicionare abandonando su maltrecho cuerpo, con las piernas estiradas sin vida, los brazos débilmente acomodados a los costados y sus castaños orbes vilmente sellados por la tragedia, dirigiéndose con reiteradas tretas y burlas hacia los dioses, ahora disfrutaba de un generoso trago más de aquel fascinante liquido carmesí, recorriendo con gallarda exquisitez su paladar, humedeciendo con imperdonable deleite cada uno de sus sentidos.
Darse el lujo de satisfacer aquella sed inhumana, succionaría aun más, en un último absorber de aquel oro derretido y vertido en escarchada miel carmesí, llevaría a que el ahogo en sus pulmones provocara un raudo cosquilleo tortuoso, haciendo que el toser estruendoso de los mismos se oyera sin remordimiento alguno, salpicando densas gotas en escarlata, desafortunado aquel lienzo floral en donde descansaba su inerte y casi moribundo cuerpo a punto de desfallecer; se sentía blando al contacto con la desnudes de su piel, el roce inanimado sobre el lecho primoroso en donde había sido abandonado por la preciosa criatura; en ese momento no tenia recuerdos de lo pasado, el simple y palpitante sonido de la delicada corriente proveniente de un puente aledaño era lo único que acompañaba la levedad de sus reacciones, como si un ciego fuera atraído por el encanto de alguna melodía avasalladora, nueva en su oscuro mundo de enigmático proceder. Saboreando aún por dentro como si no le interesara nada y tuviera toda la vida para hacerlo, sus labios eran untados por un hilo cristalino de su propio paladar al pasear desenfrenado al borde de sus comisuras, limpiando las mismas sin mesura.
Sediento aún, la voluntad de sus fuerzas lo abandonaría, con certeza estaba muerto o al menos su alma había sido tan pecaminosa en vida que ahora, pesaba como si sostuviera todo el peso del mundo sobre sus espaldas, no quería rendirse por ahora, aquella impresionante dama debía estar cerca, quería verla una vez más, tocar su rostro e incluso su frío tacto había atrapado la suya piel en plena seducción, tenía que abrir los ojos y ponerse de pie como pudiera, sentía la necesidad de buscarla para sujetarla aún en contra de su voluntad, ¿Capricho? ¿Terquedad? Más que un simple gusto mortal, se trataba de un mero instinto pasional y al que todos llamamos, coronándolo con el bizarro nombre de, “instinto animal”. Su espalda se arqueó con levedad haciéndose para adelante, como si de un muñeco de trapo se tratara, ¿Era lo único que podría conseguir? Aquello le frustraba, sentir como si estuviera enterrado en vida, siendo sometido entre cadenas por la putrefacción de la tierra húmeda.
Sin embargo, a penas y comenzaba el verdadero calvario; casi al instante de que se quedara en aquella posición de media luna, un enorme espasmo se apodero de su pecho haciendo que rebotara sin piedad de adentro hacia afuera, como si el bravío movimiento hiciere elevar su pecho hasta casi alcanzar a tocar su propia frente, un solo movimiento y ya estaba cayendo hacia un costado cuál lapida de frio cemento al ser removido sin cuidado, quejidos agónicos siguieron ¿Acaso esto era prueba de que aun seguía con vida? presa de la fragilidad que hizo posesión rauda de su pasajera existencia, ahora no tenía duda alguna de que comenzaba a sucumbir ante la muerte, debilitado sin poder moverse un solo centímetro, aquel violento impulso provocaría que inmediatamente se desatara el despertar abominable de un atroz y horrendo dolor en el que perdularia hasta la cruel condena de una tortura a la que sería sometido por un tiempo no benevolente.
El silencio de la noche parecía confabular con los espectros fallecidos de aquel lugar, que en formas de esferas saldrían de sus escondites para danzar sobre el lecho del condenado, esperando a ser testigos de una joven vida a punto de extinguirse para siempre.
La muerte, continuamente tan pasajera y a la vez tenaz, en esta ocasión se había tomado las molestias de hacer del tiempo un letargo eternamente infernal, disfrutando con acerba mortandad tal magnifico espectáculo, y la brisa, pasajera en su nómada andar, se vería envolver con gran divinidad cada frágil y pequeño pétalo de blanquecino rosal al ser recogido de los suelos para elevarse suavemente sobre los cielos junto a un puñado de plumas desprendiéndose y rodeando de forma sobrenatural la figura engañosa de una noche sin retorno a un día más.
A duras penas pudo arrastrarse unos pasos hacia adelante, inestable, vulnerable, el ridículo equilibrio de un ciervo recién nacido no se compraba a su deteriorado estado, era como si sus nervios no obedecieron las órdenes de su cerebro, y en cuestión, se negaran a abandonar el suelo, ponerse de pie seria una laboriosa hazaña, y ¿Por qué no decirlo? En esos momentos creía haber encontrado la razón que acreditaba lo imposible, pero no iba a permitirse ser arrastrado hacia la flaqueza sin antes haber dado batalla, de modo que enterrando sus uñas sobre la húmeda tierra, arrastraría estas al mismo tiempo que sus manos concebían dos puños, consiguiendo con ese forzoso accionar de sus codos se elevaran para posar su peso sobre los suelos y junto a ellos sus rodillas imitarían el gesto, despertando orgullosas mientras se hundían en las hojas secas, ramas viejas y pétalos marchitos.
Pero triste, aquel gesto de victoria dudaría nada, al término de un hosco gemido proclamado desde sus adentros, caería de nuevo a un costado, quedando boca arriba y extendido mientras las insanas contorsiones de sus músculos confirmaban que aquella estrepitosa sacuda por encima de su nuca y sus sienes lo habían dejado sin aire, como si un coágulo de sangre obstruyendo una arteria bloqueando el flujo de sangre al cerebro, rápidamente el dolor se comenzaba a extender hasta que fuera insoportable no tener nada en las manos como para sujetarse, por lo que en el desespero de la agonía hizo puño tan fuertemente que laceró con el borde de sus propias uñas la carne de las palmas sobre sus manos, dejando la piel viva muy expuesta, seguidamente rasgaría con desespero enajenado la tierra a sus costados, como si la dura superficie se fuese abrir en medio, dejándolo al borde de un abismo; la cordura comenzaba a abandonar su cabeza.
Las sensaciones eran crudas, tan voraces así como reales, nítidas y en todo su esplendor, confusas e inexplicables, podía sentir claramente como miles de cuervos abordaban el área abdominal para incrustar con tirria las lacerantes puntas de sus picos, carcomiendo sus entrañas desde afuera, mientras sus órganos eran arrancados de un tirón, sintiendo la calidez de una llamara incandescente transitando raudamente por todo su pecho hasta ampollar la boca de su estomago y recorrer cada arteria para ahogar su corazón siendo zambullido en un liquido inexplicable, a flor de piel se mantenían aquellas punzantes e inclementes convulsiones por ipso facto, retumbando en consecuentes movimientos histriónicos, cuál galopes de caballos salvajes impactando dentro de su cuerpo, corrompiendo sus músculos hasta el quebrarse de sus huesos, como si estos quisieran salir a flote, rasgando su piel cual crispados espinos de rosas despertando de un largo sueño invernal.
Sus parpados lentamente se comenzaron a desligar del nefasto encierro en los que sus orbes se encontraban cautivos; sin embargo, su vista estaba borrosa, como si la brisa al chocar contra sus corneas le negaran recrearse con el hermoso panorama delante de él, pronto se encontró sumamente afligido, nauseabundo y angustiado, el desespere de cada acción propia, conllevaba a que su voluntad le fuera cada vez más lejana, como si alguien jugara adrede con los delgados hilos de su existencia, sus manos ya no podían sostener más a sus acciones porque su cuerpo estaba cambiando de una forma tan violenta y desconocida que el terror comenzó a abordarlo para traer consigo a sus peores miedos.
Estaba siendo víctima de una cruel tortura; su semblante había cambiado de forma abrupta, el silencio de sus palabras era proclamado por medio de cada dolorosa expresión que sus bellas facciones efectuaban, su nariz hoscamente estriada, su mandíbula contrayéndose tan terriblemente que la fuerza al abrirse y presionarse, desataba el despertar de sus venas recorriendo todo el sendero de su cuello, a punto de estallar, sus dientes rechinaron como si fueran a romperse por la misma presión ejercida. La descomunal aflicción dentro de sus músculos al contraerse sin piedad, harían que le fuera difícil no tomarse su yugular con los pequeños dígitos de sus largos dedos y cavara en su piel como si con ello estuviera tratando por todos los medios, el deshacerse de su propia condena y de lo que ahora cubría su esqueleto y órganos. Un impulso por liberarse de la perenne tortura, su espalda recuperó la postura enderezándose hasta impulsar su cuerpo hacia adelante, cayendo sobre su rostro y al mismo tiempo volviéndose a levantar para terminar de rodillas y con las vestiduras de su camisa completamente rasgadas, las mangas siendo arrebatadas de sus hombros como si nada, el crujir de los botones al salir disparados sin rumbo por los aires, el cuello que aprisionaba su manzana de Adán, ya no estaba más asfixiando aquel lugar, solo un burdo telar de ropajes incoloros quedarían cubriendo algunas partes de sus extremidades y espalda.
A continuación e inesperadamente, las convulsiones regresaron con más fuerza todavía, sus pulmones dejaron de recibir oxígeno en un determinado momento, ahora era peor que antes ya que por más que exhalara con todas sus fuerzas, el oxigeno parecía no desear invadir tales órganos, sus labios, resecos y agrietados a causa del clima y la perdida desmesurada de sangre, buscaron con gran anhelo volver a respirar, pero solo lograron que un ahogado quejido se oyera terrorífico originándose desde la laringe, su diestra fue guiada sutilmente hasta su pecho en donde reposaría, aguardando a que esos lentos y casi inexistentes latidos se detuvieran, irónicamente en lo único que podía pensar en ese momento era en "Pandora", aquella alvina joven con un rostro de ángel y una terrible forma de conceder deseos.
A esas alturas parte de su compostura lo había abandonado, y el dolor era tan increíble que pensó “Ni aunque pereciera en un eterno infierno, podría acostumbrarme a esto.”
Gélido como un bloque de hielo, su corazón estaba dando inicio a acelerados bombeos y retumbos dentro de su pecho, podía oírlo con claridad e incluso lo estaba sintiendo como si sostuviera con su propia diestra la vivacidad de su corazón latente y palpitando sobre su palma, tan brutal y a la vez tan fuera de este mundo, en conjunto a ello una corriente de electricidad hizo que el instantáneo arqueamiento en sus entrañas, desembocara inefable lo que al principio creyó era sangre que comenzaba a expulsar su propio cuerpo. Hizo fuerza obligándose al menos a darse vuelta y apoyar su surda sobre el suelo para no ahogarse en su propia basca. Ya ni siquiera podía razonar un pensamiento corto, al sentir aquella calidez nauseabunda abordar su tráquea hasta casi hundir su lengua en aquellos fluidos propios de su anatomía, finalmente dejando su estomago completamente vacío pero, al verse casi expuesto su surda iría a parar hasta sus labios en donde desbordaría una gama confusa de colores mezclados en uno solo, oscuros todos ellos derramándose en el césped.
Por un vivido momento recordó su vida pasada y al terminó de ello...
Sus parpados yacían abiertos como dos uvas negras, lentamente acostumbrándose a la nitidez.
Bañado en lodo e infame tierra, sus atezados cabellos estaban siendo adornados por brotes marchitos de pétalos y hojas verdes limón, la sangre seca enmudecía sus labios y las heridas provocadas por él mismo y la hermosa inmortal ausente, se mantuvieron realzando aquella escena cuesta abajo en donde lo esperaba un inmenso y cristalino manantial de aguas esmeralda. ¿Cómo había llegado a parar hasta allí? ¿Por qué ahora sentía como si estuviera volando? Tan ligero como una de las plumas que colgaba de su traje estilo barroco, ahora se encontraba perfectamente, el sufrimiento había culminado disipándose con el despertar su enigmática naturaleza.
Cercano a un fluido canal, tenia la necesidad de limpiarse todo aquello que había manchado tanto sus ropas como su piel, por lo que dando certeros y firmes pasos aprovecharía la ausencia de vida al rededor para desprenderse de sus estropeados ropajes y limpiarse con aquella fuente de agua manantial con el que socarronamente había sido bendecido. Pronto la tonalidad de su piel comenzó a ser bañada por la pureza de las ráfagas envueltas en vaporoso roció purificando en su sublime recorrido cada pequeño grano café que pudiera estar aferrándose a sus uñas dejándolas esmaltadas como finas perlas nacaradas, con una figura que se distorsionaba y desaparecía en las profundidades, poco a poco su rostro era revelado siendo su propio reflejo el que dejara correr misterioso telón, entonces, un blanquecino satinado del más puro blanco invernal abordó su precioso rostro fulgurando un tenue destello que sublime se propagaría como una véngala por todo su cuerpo, extendiéndose hasta el majestuoso liberarse de sus cabellos al teñirse ondulantes de un precioso café cobrizo que majestuosos despediría un tinte oscuro, evaporándose dentro del agua como si los verdaderos colores de su melena se hubieran atrevido a despertar al fin, cada imperfección, cada rasguño del más mínimo seria arrancando de su piel, dejando en pulcra perfección cada lugar que se pudiera apreciar a la vista, su semblante comenzaba a desvelar con finura unos hermosos orbes florecentes, uno del color del ámbar y el otro del color de la piedra agua marina.
Ya no tenía heridas, su piel estaba saludable, aunque el estigma del abrazo recibido duraría unas cuantas semanas más en sanar, -así lo comprobaría con el pasar de los días-, sin ningún tipo de imperfección o herida, ¿cuán tersada podría ponerse su piel? Y es que comenzaba a verse como el fino lienzo de la cerámica más cara y antigua en la historia, cubiertos por bellos brocados satinados como pequeños diamantes aflorando de su piel, pero no era lo único que comenzaba a cambiar, ya que de pronto sus delineados labios se tinturaron en un profundo color cerezo escarlata, al mismo tiempo que sus caninos dentro de sus fauces parecían estar brotando delicadamente, con lentitud y solmene despertar, se labraban detallados a la preciosa semejanza de dos colmillos satinados, y es que eso eran, peligrosos colmillos que acompañarían su magnificente canto despiadado de ahora en adelante, tan pulcros, tan níveos e inmaculados, dignos coronaban su perfecta dentadura invernal, no sintió molestia con ello, era natural que su cuerpo sin vida no expresara pesar al cambio de su anatomía. E incluso jugar acariciándolos con la punta de su lengua fue divertido en lo que duró.
Su sola presencia era impresionante de admirar, incluso él lo sabia, por lo que un soberano gesto genuino y que en vida no destacaba sobre su rostro, ahora se pronunciaba dibujando una grácil y perfecta curvatura entre comisuras, inmutable pero al mismo tiempo fiero y mundano, el sonreír del fallecido podría robarse el aliento congelando la sangre del mortal, parecía estarlo disfrutando tanto que unos bien esculpidos hoyuelos se remarcarían sobre sus mejillas a los costados de sus labios, muy cerca, los agudos murmullos del retozar y trinar de algunos animales en el bosque se dejaban oír con claridad, ¿Cómo era esto posible? se preguntó, siendo que las arboledas más cercanas se encontraban a abismales metros de su alcance. Aun no podía asimilar lo que su cuerpo sí, pero eso lo hacía todavía más fascinante.
De esa forma un travieso e inocente encuentro se transformaría a una noche difícilmente dejada en el olvido. Myung estaba verdaderamente en deuda con la vampiresa, ella lo había rescato sacándolo del pasado para salvarse de si mismo, no obstante también se había apoderado de algo más que su dolor, ahora su corazón, le pertenecía únicamente a ella, siendo sus sentidos los que siempre recordaran tan delicioso aroma, el tacto fino de su pálida piel y sus acaramelados rizos ondulando suaves ventiscas, había caído rendido quedando de esa forma prendado ante su belleza y magistral encanto, pero hallarla de nuevo seria algo de lo que únicamente el destino se encargaría de dictaminar.
Curiosidades
Lo que le gusta/odia: Le gusta:
● Cocinar, a pesar de haber sido colmado de todo tipo de comodidad. A menudo usó la cocina como uno de sus tantos refugios en los que podía sentirse cómodo y acompañado a la vez, ya que el pastelero principal que trabajaba en su casa le enseñaba una nueva receta cada día; un viejo cascarrabias sin igual.
● La fotografía/Dibujar, incluso auto retratos.
● Quitarse las lentillas de contacto cuando menos se lo esperan, adora las diferentes reacciones que ocasiona en las personas gracias a su pequeño gran secreto de infancia. Sus ojos de dos colores.
● Las fiestas, sobre todo las de salón en donde los disfraces victorianos son la principal atracción.
● El salto ecuestre, una disciplina dentro de la equitación que consiste en un acontecimiento sincronizado juzgado en la capacidad del caballo y del jinete.
● El color negro.
● La lluvia incontrolable, el clima desafiante. Los sonidos de la naturaleza, la fragancia que deja esta mientras se revela.
Odia:
● El agua -turbia- debido a una desagradable experiencia que tuvo, una vez cuando niño resbaló cayéndose a las profundidades de un lago oscuro, experimentado de eso modo un terrible ahogamiento que casi le cuesta la vida.
● La falta de criterio de los que carecen de modales.
● Que indeseables invadan su espacio personal e intenten manipularlo.
● Sentirse amenazado, lo que más detesta es no poder imponerse.
● La debilidad.
● No obtener lo que desea.
Miedos/Fobias: Ninguna.
Otros: Conserva la mascara del carnaval Veneciano de la noche en la que conoció a Susana (Pandora), aquel objeto es lo único que lo acerca a ella.
Etc: Su padre solía llamarle "L" debido a su nombre de bautizo "Lawliet".
● Tiene algunos recuerdos de haber conocido a un niño de su edad en el pasado; sin embargo, solo podía ver a este después del ocaso.
Última edición por Kim MyungSoo el Dom Mayo 24, 2015 11:16 pm, editado 9 veces
MyungSoo [Lawliet]- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 17/05/2015
Edad : 30
Localización : Italia/Venecia
Re: MyungSoo|Vampiro|
Bienvenido
El señor Marius se encuentra construyendo los documentos para vampiros en este momento; le sugiero darse una vuelta en la sección de "Bienvenidas" o "Debrayes" para pasar el rato en lo que le sirvo un té de manzanilla para calmar su estómago...
Dicen que olerlo también podría funcionar.
En fin, disfrute su estadía en Eternal Exile.
-Se retira lentamente a la cocina cantando en voz baja- Y es que este amor es azul como el mar azul...~
Jaime- Admin
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 12/05/2015
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