[Privado | Yuri] Into the woods

Su largo y ondeado cabello se encontraba cubierto de pequeñas ramas y algunas hojas secas que habían caído de los árboles, sus brazos y sus piernas tenían pequeños rasguños que probablemente se sanarían en seguida, sus manos y sus pies se encontraban cubiertos de tierra al igual que parte se su rostro. Llevaba al menos cinco horas corriendo por aquellos nuevos paisajes intentando memorizas tanto como le fuese posible, los colores, las formas, los olores, todo era completamente diferente que en el bosque del que venía, pero de la misma forma se sentía como si estuviese en su hogar, los altos árboles parecían sonreír por ver a otro hombre lobo corriendo al rededor de ellos, las plantas e incluso los animales se veían más felices, era realmente cómodo poder estar en la naturaleza, sobre todo después del largo viaje que había realizado, por muchas horas estuvo alejada de todo lo que consideraba natural, de hecho era un milagro que no se hubiese arrancado toda la ropa para correr por el bosque, aunque las telas que cubrían su cuerpo ya se encontraban algo maltratadas y sucias.

Respiró profundamente dejando que sus pulmones se llenaran de esa cristalina humedad que sólo se puede encontrar en lo más profundo de el bosque,  sus pies comenzaban a caminar cada vez más lento y podía oír el curso del río a lo lejos, el sonido del agua contra las rocas era la melodía más cercana a un canto de cuna que Barbara podía conocer, a pesar de oír la voz de los árboles y de los espíritus del bosque por alguna razón jamás había sido capaz de escuchar la voz directa de la madre tierra, tal vez porque no era el tiempo, tal vez porque la madre no tenía una voz a la que los mortales pudiesen acostumbrarse, tal vez ese canto de las aguas del río era realmente la voz de Gaia, fuera como fuera estaba dispuesta a averiguarlo, a aprender más, a hacer más.

Finalmente, luego de un par de minutos, llegó a orillas del río y entró en el agua sin pensarlo dos veces, corrió hasta que el agua cubrió sus rodillas y luego se detuvo, la fría corriente del río limpió sus pies y sus piernas, pero su rostro, sus manos y sus brazos seguían cubiertos de tierra, antes de que pudiera si quiera decir algo el cielo comenzó a gotear, en segundos la lluvia se volvió torrencial y en vez de salir del agua y buscar alguna clase de refugio Barbara simplemente se quedó ahí, cerró los ojos y alzó el rostro dando la bienvenida a las gotas sobre su cara.

A pesar de que su cuerpo estaba siendo completamente empapado por la lluvia y sus piernas se encontraban en la corriente del río de un momento a otro sintió como un calor comenzaba a nacer desde su interior, lentamente abrió sus ojos, sabía que aquel sentimiento sólo podía deberse a una cosa, segundos más tarde aquel fuerte y distintivo aroma llegó a sus fosas nasales, otro lobo, su sonrisa se hizo amplia, siempre era agradable para Barbara encontrarse con otro lobo, no importaba el lugar o las condiciones, siempre era una bendición.

Cuando escuchó aquel aullido por un momento pensó en salir del agua, pero antes de que pudiese llevar a cabo esa idea un enorme y hermoso lobo se presentó delante de sus ojos, su oscuro pelaje parecía brillas y sus ojos, aunque sabios se veían algo maltratados. Cuando escuchó esas palabras en su mente simplemente bajó la cabeza en una reverencia, luego enderezó su cuerpo y fijó su mirada en los ojos ajenos al tiempo que salía del agua para acercarse al lobo.- No, no me enseñaron, lo siento, debe ser porque de donde vengo no acostumbramos sentirnos dueños de ningún territorio, pero entiendo que tú si consideras este tu territorio y lamento si causé malestar. -Su sonrisa amable no desaparecía ni por un momento y justo cuando puso un pie fuera del agua algunos espíritus protectores de los árboles y la tierra se apegaron al cuerpo de Barbara al punto que casi la hacían brillar, aunque un ojo humano jamás podría ver eso.

- Mi nombre es Babarbara, mucho gusto. -La lluvia aún descendía desde el cielo empapando su cuerpo, logrando que varias gotas comenzaran a limpiar poco a poco su rostro, sus brazos y sus manos. Barbara no perdía de vista los ojos ajenos como si intentara establecer que clase de lobo era ese lobo frente a ella, podía sentir que el aura ajena era poderosa, imponente, pero eso realmente no era lo que le interesaba descubrir, muchos lobos eran poderosos, unos pocos tenían auras imponentes, pero muy pocos seguían conectados directamente con Gaia, eso era lo que buscaba incesantemente en los ojos ámbar de aquel lobo.- ¿Podrías decirme tu nombre? ¿o alguna forma en la que pueda llamarte? -Se encontraba muy cerca de ese alto lobo y no era porque no estuviese impresionada o porque quisiera faltarle el respeto, simplemente estaba fascinada, era el primer lobo que veía en esas nuevas tierras, el primer lobo con el que hablaba y a pesar de que la interacción pudiese componerse completamente de regaños estaba dispuesta a aceptarlos, valía la pena, incluso en un extremo caso donde ese lobo decidiera atacarla, no importaba, no para Barbara, se había encontrado con otro hijo de Gaia, eso era una bendición, debía serlo.

Mientras más tiempo pasaba más pequeños espíritus se acercaban, algunos se escondían y jugaban entre su cabello, otros se apegaban a su piel y unos pocos se quedaban en sus hombros y su cabeza, Barbara siempre había compartido mucho más con los espíritus que con los seres del plano mortal, tal vez por eso la naturaleza reaccionaba de manera diferente hacia ella, Barbara no era débil, pero no tenía ninguna ambición de ser un guerrero, de batallas épicas o de más cicatrices, Barbara simplemente quería servir a la naturaleza y sanarla cuando era necesario.